La vida nos arrastra en un río que no controlamos. Algunos se apartan a la orilla y construyen una choza entre la maleza, otros avanzan en canoa y pasan los días navegando de un lado a otro, otros abren una brecha en el esternón del caudal con una lancha rápida, y los hay también, la mayoría, que son arrastrados en troncos de madera río abajo. El río se va bifurcando en múltiples riachuelos, unos troncos acaban embarrancados en los lodazales, otros caen inermes por precipicios, otros se quedan atravesados de por vida en mitad de la corriente y otros, los menos, pueden llegar hasta el mar. Allí descubren la soledad y el vacío de la inmensidad, y acaban añorando los rápidos y las aguas torrenciales de sus raíces, de la cabecera del río. No hay vuelta atrás… El mar está allí donde el tronco ya no sabe para dónde ir, allí donde las olas lo llevan para adelante y para atrás, hacia ninguna parte. El mar es el depósito de los sueños inconfesables, de las historias que bajaron de la montaña para llorar sobre las playas. Cada uno de sus granos de arena es una aventura inenarrable venida de la cordillera. En cada grano hay una historia individual, y en una playa está escrita la historia de todo un pueblo… En este libro de relatos también hay historias, personales y colectivas. Como si de un frasco de perfume concentrado se tratase, ¡lléveselo y disfrútelo!.