En uno de sus artículos sobre técnicas narrativas, Néstor Belda admite tener conciencia de la fragilidad de su oficio de escritor: «Solo con palabras debo fabricar una vivencia que las trascienda y alcanzar la intimidad emocional del lector». En los diez relatos que componen «Todas son buenas chicas», la naturalidad y el juego con los escenarios y los detalles, consiguen sumergirlo en otros mundos y en otras pieles. Cada historia nos muestra un escritor creativo y observador, capaz de construir un personaje en un par de líneas, poseedor de una habilidad pasmosa para comunicarse con el lector y hacerlo reflexionar. Para definir las diez historias que componen «Todas son buenas chicas», nada mejor que citar las propias palabras de Néstor Belda: «Confieso que al escribirlas, no pensé en una colección con un hilo temático; pero al reunirlas, lo advierto». Son diez relatos cargados de realismo, situados en una cotidianeidad que nos circunda, pero sobre la cual el autor vuelve con sentimiento de extranjería. En todos hay al menos una mujer que, sin importar si es protagonista o secundaria, siempre influye de forma decisiva en cada trama y en cada desenlace. Todas luchan por algo valorable, por algo de lo cual están convencidas; son inteligentes, audaces, románticas, luchadoras y, con sus errores y aciertos, con sus luces y sus sombras, como dice Néstor Belda, todas son buenas chicas.