Para saber del dolor hay que haber recorrido el camino del sufrimiento.
El dolor puede ser físico o espiritual, pero ambos llegan a matar. El dolor es algo indescriptible, es sensorial o emocional. El dolor se conoce cuando has sido perseguido, apresado, humillado, torturado o, simplemente, cuando se pierde a un ser amado, cuando se pierde algo muy querido como es tu país, el pedazo de tierra que te vio nacer, cuando tras de nosotros, de forma obligada, tenemos que dejar a nuestras familias, amigos y todo a causa de la injusticia y el hambre de poder del hombre.
No es mi deseo ni mi intención, en lo que escribo, criticar la ley ni a los que las promulgan, sino a aquellos que, teniendo el inmenso poder de ejercerla, lo hacen de forma equivocada, poniendo a disposición de los tribunales a muchas personas inocentes, y todo derivado de una mala y apresurada investigación.
Muchas personas inocentes pasan a ser condenadas y a estar privadas de libertad por muchos años, con lo que no solamente ellas sufren las consecuencias, también sus familias, que quedan totalmente desamparadas, exponiéndose con ello a cometer grandes errores en la sociedad en la cual viven: muchos jóvenes, para poder sustentar a sus madres y hermanos menores, sin poder obtener un trabajo y con gran odio a la humanidad, se convierten en delincuentes; las niñas, aún muy jóvenes, venden sus cuerpos para obtener el alimento de sus familias, o simplemente se convierten en drogadictas o alcohólicas, llegando a robar en sus propios hogares.
¿Cuántas cárceles en todo el mundo están llenas de adultos y jóvenes que cumplen una condena siendo inocentes?