Sin la Luna no estaríamos aquí, ni usted, ni yo. No en vano, desde la más remota antigüedad, la Luna ha hechizado con su enigmática presencia a la humanidad. Si bien los primeros intentos de explicar qué era se construyeron como relatos mitológicos, en el albor de la civilización, los primigenios astrónomos de Mesopotamia descubrieron con bastante precisión su órbita alrededor de la Tierra y establecieron el primer calendario lunar, compuesto por 13 ciclos de 28 días, aproximadamente. A partir de entonces, a lo largo de los siglos, se fueron sucediendo los descubrimientos: la distancia con la Tierra, que no producía luz, sino que reflejaba la del sol, su movimiento orbital, etc. Pero, curiosamente, aún quedan muchas preguntas por responder.
Vicente Juan Sanz Escrivá, en este libro, Madre Luna, recientemente publicado por la editorial Círculo Rojo, intenta explicar algunos de estos misterios. Y, al menos a mi entender, lo consigue.
Por un lado, analiza las explicaciones teóricas sobre su origen: la del gran impacto, es decir, que otro planeta impactó contra la Tierra, y de los restos nació la Luna; la de la captura, que defiende que fue atraída por la gravedad terrestre, hasta que quedó en órbita; y la de la rotación rápida de la Tierra, que produciría el desprendimiento de una parte de su masa que terminaría convirtiéndose en la Luna. Pero ninguna consigue explicar algunos de los enigmas sin resolver de nuestro extraño satélite, por ejemplo, por qué contiene agua —es decir, cómo ha llegado hasta allí y por qué no se evapora—, por qué está inclinado su eje o a qué se debe que siempre veamos su misma cara.
Así que se propone aportar una nueva propuesta teórica que intente explicar estos puntos y que, además, explique a la perfección las peculiaridades astrofísicas de la Luna.
Entiendo que esto es un poco spoiler, pero es necesario desvelar algunos puntos de este libro (tampoco muchos) para que el potencial lector entienda qué propone el autor con Madre Luna.
Vicente Juan Sanz Escrivá toma como punto de partida Encélado, una de las lunas de Saturno, totalmente cubierta por agua salada congelada, bajo la que es estima que hay una enorme océano líquido que rodea un núcleo sólido. Por otro lado, se plantea la posibilidad de que un antiguo planeta, con unas características parecidas a la Encélado, al que llama Vitae, colisionase con una Tierra primitiva sin agua y cubierta prácticamente de lava volcánica, lo que impedía que se diera la vida.
El impacto, plantea, no solo haría que se solidificase el magma, gracias a los millones de toneladas de hielo que aportaría Vitae, sino que también produciría la formación de los océanos terrestres y la atmósfera. Y, además, gran parte de la masa de este planeta (su núcleo) daría lugar a la Luna.
Y hasta aquí puedo leer. A partir de estas premisas, Vicente Juan Sanz Escrivá intenta explicar los numerosos enigmas de nuestro satélite que seguimos sin comprender. ¿Lo consigue? Para averiguarlo tendrán que leer este breve pero intensa y completa obra de divulgación científica, fácil y amena en su lectura, y ambiciosa en sus pretensiones. Totalmente recomendable para los amantes de los enigmas de este universo extraño en el que vivimos.
Ya para terminar, me parece un gran acierto el título: Madre Luna. Sin la Luna no habría vida en la Tierra. Los factores son muchos y muy variados. Por ejemplo, las mareas que produce su gravedad en los océanos terrestres (un movimiento clave porque permite la circulación de minerales y nutrientes) y el equilibrio que su presencia dio a nuestra órbita alrededor del Sol. Así pues, sin duda, no es nada desacertado considerar que, metafóricamente —o no—, es nuestra «madre».