Mallorca a finales del siglo XIII es una isla próspera, cruce de caminos del Mediterráneo. Daniel Can, un joven genovés amante del mar, llega a la Ciutat de Mallorques y es acogido, como uno más, por una familia judía. Pronto se enamora de la urbe, guarecida por una muralla y abierta al mar, y descubre el valor de una amistad que perdura más allá de la muerte. Sus buenas relaciones con la casa de los reyes de Mallorca y con la aljama judía lo convierten en un reputado patrón que navega incluso atravesando el estrecho de Gibraltar, por la costa atlántica africana.
Fiel a sus principios, Daniel es leal a su rey y a los suyos, aunque la vida lo ponga contra las tablas y rechinando los dientes deba escoger. En una vida jalonada de viajes, en los que cada partida es una nueva aventura, el genovés nunca se achanta y no se deja seducir por el canto de las sirenas. Los corsarios castellanos irrumpen en su camino arrebatándole lo que más ama y lo arrastran a un pleito en el que puede perder toda su fortuna. Sin embargo, Daniel Can no es un hombre de miedos, se enfrenta a la peste de 1348 y… hasta al mismísimo diablo.