Hace un par de milenios, el gran filósofo Aristóteles, dijo lo siguiente: «La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder». Gran frase que viene que ni pintada para hablar de El legado de los sueños, la estupenda novela histórica, con pequeñas pinceladas de ficción —y qué ficción—, escrita por el autor onubense Iván Menguiano Jiménez y publicada recientemente por Editorial Círculo Rojo. ¿Por qué digo esto? Porque, si bien esta obra tiene mucho de Historia en su historia, también tiene mucho, muchísimo de poesía. Pero esto solo lo podrán entender si la leen y, sobre todo, si llegan hasta el final —algo que, a buen seguro, no podrán evitar…
Juan Benjumea, en su lecho de muerte, deja a sus hijos, Sergio y Miriam, un importante legado: una misteriosa llave que un igualmente misterio baúl, decorado con motivos nazaríes, en cuyo interior encontraron una hermosa libreta. ¿Qué contenía la libreta? Un relato en segunda persona de los acontecimientos más importantes de la vida de su padre, comenzando con el nacimiento de su hija, Miriam, y algo más: el texto incluye también la transcripción de unos enigmáticos sueños que tuvo Juan y que le trasladaban, en un maravilloso viaje onírico en el tiempo, hasta la Granada nazarí, y donde cobra especial protagonismo Aisha, una mujer musulmana que… Hasta aquí puedo leer. Como es lógico, no puedo desvelar nada más de esta apasionante trama tejida entre dos mundos y entre dos tiempos. Eso sí, les puedo asegurar que, si se atreven a sumergirse en las páginas de El legado de los sueños, van a alucinar con el desarrollo de sus diversas tramas, con el nexo de unión entre las dos narraciones… y con un inesperado y extraordinario final.
Es en esta mezcla trabajada, seria y rigurosa, de episodios históricos reales y ficción donde más y mejor brilla la ágil pluma de Iván Menguiano Jiménez, quien, sin duda, ha tenido que desarrollar un arduo trabajo de investigación para que El legado de los sueños resultara lo más fiel posible.
Les puedo asegurar, queridos lectores, que las más de 400 páginas del libro se les pasarán en un santiamén. Y eso, ojo, puede parecer fácil, pero es extremadamente difícil conseguirlo. Y más en estos tiempos en los que prima lo efímero, lo rápido, lo inmediato; tiempos en los que hasta los aficionados/adictos a las letras perdemos la paciencia si en las primeras cincuenta páginas de un libro no consigue engancharnos. Este libro lo consigue, y lo hace gracias a la buena pluma de Iván Menguiano Jiménez, que teje una complicada trama de situaciones que arrastran al lector a continuar leyendo; pero también porque demuestra una habilidad descomunal para construir cachito a cachito unos personajes tan ricos y poliédricos como la propia novela. Sin duda, es una de sus principales bazas: la construcción, dosificada pero efectiva y audaz de los seres que pululan por estas letras.
Se trata, por lo tanto, de una novela de personajes, pero también de una novela de lugares; lugares que guardan una estrecha relación con la vida del propio autor. Por mencionar algunos: Cortegana, una preciosa localidad onubense sita en mitad del parque natural de Sierra de Aracena —localidad de la que, por otro lado, es oriundo el autor, al igual que Juan Benjumea, el ficticio protagonista de la novela—; Sevilla, la hermosa capital de Andalucía, en la que se desarrolla también parte de la acción —y en la que estudiaron Historia tanto el autor como, de nuevo, el protagonista—; y la Granada de la época nazarí, coronada por la Alhambra, esa dama que embellece aún más, si cabe, a una de las ciudades más bonitas de este país nuestro. No en vano, el autor trabaja allí como guía turístico. No podrán encontrar un mejor cicerone.
Así, desde una perspectiva puramente formal, la novela destaca tanto por la minuciosa y detallista descripción de lugares y situaciones como por la peculiar estructura que el autor construye, en un acelerado in crescendo que nos conduce lenta pero inexorablemente al final —y qué final, aun no quepo en mí de la sorpresa—, alternando historias paralelas y jugando con los espacios y los tiempos.
Ojo, como comentaba antes, gran parte de El legado de los sueños está escrita en segunda persona, ya que se trata del supuesto texto que el protagonista de la trama, Juan Benjumea, dedicó a sus hijos. No se pueden imaginar lo difícil que es hacer esto bien, pero en este caso el autor lo ejecuta con una habilidad tan pasmosa como sorprendente. Mi más sincera enhorabuena.
En definitiva, una historia doble, que navega transversalmente entre géneros y que sin duda cautivará a todo tipo de lectores, aunque en especial a los interesados en los enigmas y las novelas históricas. Más que recomendable.