En el municipio de Rosal de Cristina, actualmente Rosal de la Frontera (Huelva), el 18 de marzo del año 1858, resultó muerto en acto de servicio el sargento de carabineros del reino, Juan Samaniego, de 39 años de edad, natural de Toro (Zamora), dejando viuda. En julio del mismo año, fue herido su compañero, Fernando Luque, por partidas de contrabandistas armadas. En ambos casos, no se tiene constancia de la detención de sus autores. En el año 1866, en la misma localidad, tuvo lugar el asesinato del sargento 2º de la guardia civil, Pedro Rodríguez Pérez, y las heridas de gravedad al guardia que le acompañaba, falleciendo posteriormente. Los autores integraban una partida de contrabandistas y fueron detenidos en las poblaciones de Encinasola, Valverde del Camino y Aracena, de la provincia de Huelva.
En Aracena, figura entre sus más ilustres hijos Juan Moya de la Torre miembro de la orden de San Francisco, arzobispo de Farsalia, obispo de Osma y confesor del rey Carlos IV. El galardón que más orgulloso lució fue haber nacido en Aracena, lugar que siempre tuvo presente a lo largo de su vida. Tan digno personaje, a comienzos del siglo XIX, apareció degollado en circunstancias nunca
aclaradas. La sociedad de Aracena no merece que una de las personalidades más significativas e influyentes de su época quedase sumida en la oscuridad de los tiempos, en las profundidades de las miserias humanas, en el pozo de los inciertos y los sin recuerdos; sería como una lápida sin nombre, un libro sin título o una gran obra sin causante. El autor nos lleva de la mano en ambos sucesos, arrojando luz sobre la detención de los responsables de la muerte de los guardias civiles y llegando a conclusiones hipotéticas, en base a sus investigaciones, sobre el supuesto asesino de tan ilustre personaje