«En la literatura, como en los viajes, nos motiva el descubrimiento y el cambio de rutina, la posibilidad de probar a ser otra persona o estar en otro lugar. Hay, en ambos, una frontera difusa que no llega a separar la realidad de la ficción. Recuerdo los lugares que he visitado y las novelas que he leído con la misma niebla de los sueños profundos, con la distorsión de la memoria, creando sin querer una ficción nueva que es solo mía». Es el año 2011 y la crisis económica se agudiza en España. En una habitación de hotel, un viajero, el protagonista de estas historias, escucha el boletín radiofónico justo antes de salir a la carretera. Este relato de viajes, que comienza en el valle del Jerte, en Extremadura, va recogiendo historias y vivencias de Granada a Londres, de Los Santos de Maimona a París o de Ámsterdam a Dublín. Pero no se trata solo de recorrer el espacio físico: en El libro de las distancias convergen la realidad cotidiana y lo legendario para construir una visión del mundo que podría ser la de cualquier joven español de principios del siglo XXI. Los textos que lo componen, escritos entre 2008 y 2016, hablan de la pasión por la literatura, el recuerdo de un tiempo ya perdido y la incertidumbre por el porvenir. Aquí se equiparan recuerdos y hechos y son tan válidos Lorca o Kafka como José María Gabriel y Galán o Ford Maddox Ford.