Después de la trilogía inacabada de la información (desde Palma de Mallorca), con este trabajo el autor retoma factores de silencio y omisiones que son claves para el tratamiento de lo que sin duda es el hilo primordial: la información periodística unilateral y la negación que copan las décadas y que, a su vez, son motivos para la acentuación de las diferenciaciones de la realidad social que acrecientan la oscuridad de las fallas y simas. Un relato que por medio de un desarrollo de vertebración que se conjuga con un amplio trabajo de recopilación documental de toda la esfera de la aldea local y del país, lo que inicialmente es una crónica y análisis con periodismo novelado a partir de la observación selectiva y participativa, pasa a convertirse en la novela periodística. Escritura ya conocida que enlaza con nuevos hechos causales que devuelven al núcleo de un provocado conflicto permanente que también se sirve de factores de la lírica de la tragedia. Una narración que a la postre alcanzará el realismo de la perfecta cuadratura del círculo que culmina con múltiples desenlaces para una misma novela. Un trabajo desde el que, asimismo, puede constatarse que la aislada trayectoria de uno solo pasa a convertirse en el tránsito conductor que transcurre por el desconocimiento e indiferencia sociales, sobre todo cuando las figuras también encarnan vicisitudes del caos y la sinrazón sobre el ser. Esto es, también crónica y análisis que por medio de un collage de información el narrador deduce, desarrolla y amplía el espectro que vive la ciudad periodística, pero que gracias a la otorgación del transcurso se vuelve a la realidad del foco nodal, a la misma agresión que sirvió de silenciamiento a un actor y agente social aun cuando en ortodoxia dispusiera de múltiple hacer sobre el mapa de la ciudad e isla. Y tanto es así que es un grupo profesional orquestado el que se fabrica las diferenciaciones sobre uno solo: a la postre el solitario. Ostracismos que en paralelo también conllevan recursos y subterfugios del lenguaje para impedir no solo la evidencia de los estados de naturaleza coaligados por el servilismo e imitación del grupo, sino para el conocimiento del creciente y profundo iceberg que se provoca a consecuencia del ejercicio colectivo de dictat que se sirve de los propios miedos hobbesianos a los efectos de no prescindir de la servidumbre humana al «otro inmanente». Unas posturas que desde siglos han venido significando la agresión al solitario silenciado y su separación del grupo social a los efectos de socavación de los signos identitarios por medio de la guerra sucia y el muro de la comunicación, también por simples subterfugios de creencia circular. De esta manera, tragicomedia y alarmismo, vehemencia y tremendismo, son los factores que, simulando ser positivos para la aldea local y rural, también se aúnan al efecto de alcanzar todo artilugio que, cual recurso de distracción y evasión a los silencios y a los propios fiascos periodísticos, asimismo confluyen y se conforman con las gratificaciones a la servidumbre que pertenece a mundos y privilegios de la fuerza para el cuerpo social. Una realidad de décadas que desde sus surcos primarios pretende solidificar las rutas de la normalización social, de la costumbre, de un stablishment periodístico impoluto y jactancioso, pero que también evidencia el sublimado a contrario de la enmascarada orquesta de la ciudad: un ejercicio de estilo para efímeras epopeyas y odas que son proclama de todo ritual; así el silencio que es el juicio paralelo.