A Alfonsito (Pochele) se le viene el mundo encima cuando, en plenas vacaciones estivales, sus padres lo dejan un mes con su abuelo, pero no con el de ciudad (el urbanita), sino con el rural (el gañán), el que vive en una quintería, a las afueras de Cacerorilla. Se llama Tiburcio (alias “Atrancapoco”), y apenas lo visitan, no sea que se le “peguen” sus modales de paleto al niño.
Para el chiquete esto supone un cambio radical de costumbres y horarios, y sobre todo de lenguaje, pues la jerga de “garrulo” de su pariente le resulta indescifrable. Como consecuencia no paran de surgir conflictos entre ambos, chocando la formalidad del chaval con las manías y comportamientos de “viejuno” de campo de su impredecible abuelo, y Pochele se pasa los días refunfuñando y mohíno. El anciano, no obstante, empeñado en tener contento a su nieto, lo embarca en un insensato e irracional periplo veraniego, y de repente todo se vuelve un “sinDios”.
Una comedia entrañable, llena de guasa y “sinfustás”, apta para gente abierta y con sentido del humor, y todo ello aderezado por la idiosincrasia, la ternura y el surrealismo de la gente mayor de los pueblos de La Mancha.
“No me reía tanto desde mi elección como presidente” (Donald Trans)
“Humor manchego, el que máj me gujta a mí” (José Abono)
“Menuda risión. Cuántas tontás juntas” (Wonderbrad Pitt)
“No me he enterado de nada, pero me ha gustado” (Paris Jilton)