Hay momentos en los que la vida cotidiana te pone contra las cuerdas, y la escritura es la única manera de dar rienda suelta a esos sentimientos que, de otra forma, acaban ahogando tu pecho.
Dichas palabras salen desde lo más profundo de nuestro ser. Esas palabras no tienen el interesado filtro de nuestro cerebro y salen a borbotones, sin falsos
edulcorantes anestésicos. Según fluyen por una página en blanco, van liberando invisibles cadenas y ayudan a retomar la necesaria paz interior.
Creo que cualquier tipo de arte es una autopista de infernos internos, por la que, según te adentras en ella y dejas atrás tus problemas, siempre llegas a la sanación
del alma.
No hay problema sin solución, ni tiempo perdido en encontrarla. Al fin y al cabo, la vida no es sino una sucesión de cosas buenas y malas, donde al final todo va relacionado, hasta llegar a la preciosa puesta de sol que nos indica nuestra próxima etapa vital.