No se me ocurre mejor manera de plasmar la sinopsis de mi propio libro que citar las palabras de dos personas cuya intervención ha sido de capital importancia por unos motivos u otros: una, por ser mi primera lectora, y la otra, porque su trabajo ha cobrado tanta relevancia en el resultado final como la propia escritura, trabajo que no es otro que la corrección. Dejemos que sean ellas, esas dos personas de tan supina relevancia, quienes hablen directamente.
Yo, que lo he escrito, jamás podría haber resumido de forma tan acertada el texto como lo hizo mi primera lectora de viva voz —y, por ende, no literalmente transcrito—:
«Cuando comienzas a leer esto, crees estar dando cuenta de una novela costumbrista. Con el transcurso de los capítulos, comienzas a recordar que en el título se menciona la anorexia, y entonces adquieres consciencia de que todo discurre en un sentido con-creto. Finalmente, ves la anorexia tal cual, y de principio a fin compruebas que la vida de ese que ha escrito el libro es un calco de la tuya, que las coincidencias son incluso aterradoras, y la manera en que te abre la mente a una epifanía, la manera en que te ayuda, es inefable. Cuando me diste el libro, me dijiste que tu objetivo final era ayudar a las personas, sin que fuese un manual de autoayuda, solo la mera narración de tu historia personal, e insististe en que concluyera a su lectura si este objetivo lo habías alcanzado: te puedo garantizar que lo has superado».
Y, en palabras de mi correctora, cuyo anonimato respetaré:
«[…] Por otro lado, quería comentarte que me ha parecido una obra realmente extraordinaria, no solo por su apabullante uso del lenguaje y por su dominio de la lengua, sino por lo que cuenta y por sus, siempre de agradecer, puntos cómicos y/o satíricos […] » « […] El libro es de una calidad extraordinaria. Y te lo digo desde la ex-periencia de alguien que lee decenas de libros al año, unos por trabajo, otros por gusto. Además, me he sentido muy identificada con mucho de lo que cuentas […]. Perdona la osadía de llevar esto a lo personal, pero tu libro lo inspira […]».
Querido lector, querida lectora, ahora queda a merced de su libre albedrío concederme el honor de convertirse en tales.