Con Fe Prosaica doy por terminada la trilogía que un día comenzó con Palabra vivida, ¡aquella fe vivencial! Se me perdone de nuevo lo que hay de ego baldío… (Ese de la utobiografía del recuerdo sentido). Todo hombre es su propio mendigo. Y una vez purificada a años vista esa prosa, con la publicación veo satisfecho el afán. Quiero añadir aquí la cita de mi amigo, y lo voy a pronunciar en buen francés aunque él sea rumano, Cioran: “Las autobiografías hay que dirigírselas a Dios y no a los hombres. La propia naturaleza da un certificado de defunción cuando uno se dedica a contar sus cosas a los mortales.”… En fin, como siempre, mis publicaciones son de ejemplares reducidos y espero también que esta vez sean pocos los que abran alguna página al azar, de esa necesidad de captar el tiempo como mejor sabe la adolescencia artística: Con los hilos que le da, a un tiempo, la inocente ansiedad y el hastío.