A Inés le persigue un amor prohibido desde antes de ser universitaria. Con el clérigo yo intentaba que fuésemos amigos y confidentes. Él se resistía. Los votos del clérigo hacían holganza y la provocación y el asedio lo demás. Lucifer colaboraba. Exilio. La etiqueta depresión. La realidad embarazo. Las mujeres suelen seguir tras la fascinación aunque se les arruine la vida. Un mar granate donde no hay peces, sí mariposas. La suerte, díscola, malévola o venturosa, mostró en un solo desnudo al hijo y al amante. La virgen de Guadalupe hace un “quite” y evita el incesto . Inés enviuda y repite viudez robada. Cuando Candela e Inés enviudan su consuelo es azúcar para las lágrimas. Olíamos el perfume de la manzana pero el mordisco lo dábamos si lo merecía. Si no, el refugio era nuestras bellas soledades. Eduardo, mi amante y padre de mi hijo, era su marido. Mi infante sólo llevaba una señal en su dorso, la que siempre fue, sin arte ni parte, su bandera. Ya siempre te querré como lo que eres, mi madre. Con la complicidad de un caballo y una yegua, disfruté con un gitanete “tostado” del olor a yerba y de nuestros delirios.