Cuando aquel día por la mañana el grupo de peregrinos que había pernoctado en el albergue del monasterio de San Juan de Ortega se disponía a continuar la ruta del Camino de Santiago y se vieron sorprendidos por una fuerte tormenta de viento y lluvia, decidieron prolongar su estancia a la espera de que la adversa situación climatológica cambiara.
Durante los dos días que duró la tormenta, unos buscaron el entretenimiento en los juegos de cartas y ajedrez, otros se dedicaron a la lectura, y entre estos, uno de ellos se afanaba en la lectura del libro Don Quijote de la Mancha.
Notando el lector del Quijote que algunos lo miraban con cierta curiosidad, tomó la iniciativa de leer en voz alta algunos pasajes y les propuso que, como eje vertebrador, podrían servir de fuente de inspiración para que quien quisiera contara alguna historia vivida, oída o ensoñada. Y es entonces cuando algunos de ellos, dando rienda suelta a su imaginación y tras vencer su timidez, fueron desgranando hasta veinte historias que fueron escuchadas con mucho interés por todos.
Son historias de amor y humor tan reales como la vida misma, o no.