¿Llevas años sufriendo un dolor?, o peor…, ¿te dicen siempre que no tienes nada?
¿Notas en tu pecho que podrías inhalar mucho más de lo que puedes?
¿Cuando vas a un profesional de la medicina te dicen que «solo» es psicosomático?
Linda, una chica de 14 años era una niña muy insegura
en todo lo que tenía que ver con ella.
Cuando yo le preguntaba:
«¿En que posición te gusta dormir?».
Ella respondía: «¡No lo sé!».
«¿Te duele a veces alguna parte de tu cuerpo?».
«¡No lo sé!»
«¿Qué deporte te gusta?».
«¡No lo sé!».
La mayor parte de nuestra vida buscamos la manera de encontrarnos o reencontrarnos con una ilusión que perdimos en algún momento de nuestro pasado. Para ello hace falta viajar a los abismos de nuestro sentir y entrar en contacto con las emociones que denominamos «desagradables». Hace falta bajar a nuestras profundidades y entrar en aquel dolor del alma.
Hemos aprendido a controlarlo, a quitarle la importancia, a justificarlo y a juzgarlo de forma negativa.
Sufrimos por la falta de permiso ante nuestro dolor del alma, no porque lo tenemos. Ahora quiero invitarte a darle la importancia que tiene, a permitírtelo sin juicio negativo, a aceptar que está allí y así liberarte para siempre de él. La consecuencia es una sensación de ligereza muy intensa en todo el cuerpo, un alivio en toda la respiración y un mayor amor hacia quien eres por dentro, «en esta parte que no muestras a nadie».