«Ven; acércate, cariño», deja que te cuente una historia. Un cuento de amor, de poca cordura. Un relato repleto de personajes vacíos, destinados a perecer. Simples actores que se arrastran, cruelmente, por sus vidas, por entre estas páginas que sostienes, las cuales no son más que un escenario y un puñado de focos. Figurantes apaleados constantemente por las tablas que han de pisar, y arropados por un telón, intermitente, que en poco se diferencia a una mortaja. Esto es Miscellanea. Un conglomerado de géneros, estilos, actos, títulos, párrafos, versos, palabras, sílabas y letras. Inferencias. Una mezcla de verdades que te salpican las manos de sangre, que te las manchan de lágrimas, de tierra. Que te queman, que punzan como la lluvia. Que te escupen a la cara con un grito en favor de todas las mujeres. Un conjunto de zapatos, de bocas, de peinados, de manos que se entrelazan, de vidas que se confunden entre ellas; y que, aunque se haya olvidado quién las narra, siempre quedará actuando, vivo y duradero, su más amplio significado.