Ajuste de cuentas. Tras una estancia prolongada en Londres, Chema regresa a Valencia donde hace tiempo que le esperan. Pero esta vez no viaja solo. Lo hace acompañado de personajes que le van saliendo al paso y otros que recupera de esa memoria que siempre nos asalta en los momentos más insospechados. El conjunto de todos estos relatos breves nos sumerge en un universo sarcástico, irónico, melancólico, nostálgico y, con frecuencia, irreverente.
Chema se sirve de personajes históricos como Enrique VIII, Fernando El Católico o Hernán Cortés para denunciar tanta arbitrariedad y tanta injusticia. Con ellos comparten página otros anónimos como O’Callaghan, Hipólita, Cristina o Vela, víctimas de una realidad impuesta que no pudieron combatir.
Les concede una relevancia que la historia les ha negado, y lo hace porque considera que es mentira que su situación sea consecuencia de sus propios actos. Esa es una consigna del pecado y de la culpabilidad que las jerarquías del ámbito político, económico, religioso y judicial han venido propagando machaconamente desde tiempos inmemoriales con el fin de atenazar el tejido social y pasear impunes haciendo y deshaciendo la historia a su antojo. Alguien debería advertirles que el silencio que es fruto del miedo o la cobardía, cuando estalla, lo hace con gran virulencia.