Carmen. No fui un buen estudiante, algunas circunstancias de mi infancia me hicieron ser distraído y poco estudioso. Cuando tenía doce años, mi padre me obligó a copiar El Quijote. «Siempre he presumido de que el Quijote lo escribimos Cervantes y yo». Nunca entendí por qué hizo aquella «padrada»: copiar mil trescientas páginas en papel biblia a dos columnas. Los avatares de la vida me llevaron a querer escribir mi biografía —que está empezada— seria como una válvula de escape o liberación espiritual. Empecé a escribir y escribir hasta que quedé atascado. Hice varios cursos online sobre narrativa y novela, y me enseñaron cómo poder escribir algo con cara y ojos. En 1914, me encontré con varios escritos producto de los deberes de los cursos que hice. A partir de entonces, por consejo de un profesor, leí autores más modernos: García Márquez, Vargas Llosa, Saramago y otros. En algún sitio, leí que se había de plantar cinco árboles, pintar cinco cuadros y escribir cinco libros. Todo lo he cumplido, aunque este sea el primero que voy a publicar.