En este pequeño libro, el autor —italiano de nacimiento e idioma— recupera sus poesías del cajón y las confía como un mensaje en botella a las aguas del mar. La larga estancia pasada en Roma (1962-2004) fue una etapa muy importante en su vida. Si los primeros años (en la universidad) fueron un sueño sin sueños, el despertar en la escena multi-color de una ciudad cosmopolita acabó con llevar los accidentes de un Amor que no se atreve a pronunciar su nombre.
Los encuentros, que se turnan entre un continuo florecer y marchitarse, y las dedicatorias finales pueden adquirir el significado de una búsqueda o de una evolución.
El texto incluye poemitas de la adolescencia, que se inclinan a mirar el tedio escolástico, un primer amor unilateral y la mezcla de torpeza y encanto desde la cual empieza el viaje de los sentimientos. Por ende, unas bromitas en castellano testimonian el despego sentimental de una presunta madurez.
El cuadro final puede resultar un trayecto rico de resonancias o la monótona repetición de puntillitas sin marco. Será el tribunal de eventuales lectores el que decida y dicte el veredicto sobre el valor: humano, sociológico o literario, de una canción que no tuvo voz.
El autor tiene todavía la ilusión de que el lector pueda encontrar algo de emocionante en este archipiélago. Algo que le provoque un motín de simpatía sería bastante para el autor.