La cotidianeidad de la rutina esconde, desde la imperceptibilidad de su acontecer, la esencia de lo universal. La rutina es silenciosa, pero siempre está dispuesta a dejarse descubrir. Así sucede en cada uno de estos relatos.
A veces el peso de la vida es tan grande que la opción de la no cordura es la única salida honesta. O puede ser que el amor que nos enaltece sea tan efímero como eterno. O que el mayor sufrimiento esté recogido en una sencilla frase, en un gesto, en una forma de posar la mirada sobre las cosas. O que la verdad dolorosa de un hecho sea el camino de la libertad.
Lo universal, aquello que somos, permanece en cada relato. Su lectura es la constatación de aquello que nos dibuja, de lo que viene a anclarse en el corazón, de lo que nos identifica y define en esencia y que, tan a menudo, callamos. Son el gesto de ese descubrimiento vital y ensordecedor que nos dibuja sufriendo, amando, sonriendo, llorando, cuidando, luchando o nadando a contracorriente. Cada relato es la fragmentación de un yo como el nuestro, aunque la historia de cada uno pueda ser bien diferente. Su lectura es perderse en esos instantes de interior en los que el alma, con todos sus sentidos despiertos, analiza el tiempo y lo deja en suspenso. Leer cada relato es permanecer en ese justo momento en el que el yo consciente pasa a habitarlo todo; donde es significado, significante y verdad.