La vida de mi abuela, May, es igual o muy parecida a la de tantas y tantas mujeres que vivieron en el entorno rural asturiano en los siglos pasados.
Mujeres valientes, sometidas, silenciosas y silenciadas. Mujeres que cargaron sobre sus hombros, no solo el peso de los baldes llenos de ropa mojada, sino también el cuidado de los mayores, de las fincas, de los hijos, de los animales, del huerto, de los nietos, los partos sin médicos, la obediencia al marido, las tareas domésticas…
Campesinas sin adornos ni maquillajes con caras arrugadas, manos agrietadas y mandiles llenos de ternura. Dispuestas a vivir a pesar de todo y a sacar a su prole adelante deseando para ellos mejor vida que la suya.
Heroínas de nuestros pueblos que nos dejaron todo un ejemplo de generosidad, de sacrificio y de entrega. Como mi madre. Como mi abuela, Pilar. Como todas ellas.