Soy una solapa y no pretendo dar más de sí. No me parece correcto seducirte con engaños. Si todos comentan que la sinceridad es el mejor camino para llegar a ti, por algo será. Me arriesgo entonces y te cuento un secreto con la esperanza de que ese sea el mejor de los comienzos. A cambio, te pido que lo mantengas a salvo, que quede entre tú y yo, que forme parte solo de nuestra intimidad.
Sí, es cierto, alguna cosa escribí. La firmé con este nombre y usé otros también. Me da mucha vergüenza confesarlo, pero se trata de eso, ¿no? Si no, qué clase de secreto y de sinceridad serían.
Para mí no eres flor de un día y, para que veas que soy una persona honesta y que mis intenciones van más allá de que nuestro ratito acabe aquí, lo mejor sería que lo supieran en tu casa. Aprovecha y diles que soy de buena familia; que cuando mentí, lo hice por necesidad; que nunca viví en Nueva York; que mi padre no era un minero murciano ni mi madre una cabaretera rusa. Diles que mentí, pero no por vicio, sino por necesidad. Esa es la verdad, la misma que hallarás en mi interior.
Toma tú la palabra. Cuéntales lo que está pasando. No me cabe la menor duda de que a ti sí te escucharán.
Te deseo la mejor de las suertes.