Una persona desconocida no necesita presentación. Tanto valdría decir de ella una cosa como la contraria, pues nadie sabe. De mí, es anecdótico, y sin embargo sustancial, que nací en Jaén y me crie en Madrid, que estudié en el colegio de huérfanos de la Guardia Civil, después en la Autónoma, y que por fin recalé en Almería, donde enseño psicología social desde hace veinticinco años. Hará algo más de diez, dejé la ciencia oficial para volver a la filosofía y las humanidades, de donde nunca debí apartarme. Ellas me ayudan a pensar, a conversar y a escribir, que, al cabo, son lo mismo. Vivo escondido. En esta sociedad de vanidades no hay lugar para la mía. Mis temas son pocos: la libertad personal y mi relación con los demás. Sólo importa una pregunta: ¿qué debo hacer? La difícil respuesta marca nuestras vidas y llena las páginas donde me vierto. Yo no soy mejor que nadie, pero el cariño y la admiración de muchos me dicen que tampoco soy peor. Con eso tengo bastante.