El valiente y aguerrido Aitor Tresor sigue enrolado en el Circo Máximo del mafioso italiano Marco de Luca. Su debut estelar en Clunia le ha convertido en uno de los activos más carismáticos del espectáculo. Sin embargo, el joven exboxeador barcelonés seguirá, muy a su pesar, intentando luchar en el coso a espaldas de su familia; pese a que él mismo presiente que ya no pelea exclusivamente para saldar deudas imposibles.
Ahora, sus sentimientos se entremezclan; la codicia, el poder y, en cierto modo, el sentirse gladiador al mismo tiempo que esclavo de la organización y sus millonarios lanistas; tal como sucedía en la vieja Roma, lo tienen de algún modo atado a la contienda y la refriega en la arena. Como si un invisible cordón umbilical lo tuviese encadenado a la mística universal del circo, vive preso de la contradicción.
De otra parte, la Interpol comandada por el veterano y astuto inspector Harry Brown y su recién nombrada mano derecha, la bella italiana Amanda Maldini, cada vez están más cerca de destapar el clandestino show internacional en el que multimillonarios y oligarcas de todo pelaje, repartidos por toda la inmensidad del globo terráqueo, han puesto buena parte de su tiempo y dinero por diversión. Delictivo o no: pasta es pasta.
Si ya la primera parte de Gladius dejó con hambre de continuidad a sus lectores, la secuela que tienen entre sus manos les va a mantener completamente rendidos y enganchados al diván. No dejen de pasear con paso firme y a su suerte por el coso; recorran con valerosidad si son capaces la espiritualidad de la belicosa arena rojiza y ensangrentada.
Alea Jacta Est.