En cierta ocasión, la gran Ana María Matute dijo, o escribió, lo siguiente: «Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo». Cuánta razón tenía. El acto de escribir implica defender la libertad de pensamiento, y eso lleva, sin duda, a la protesta y la reivindicación, aunque en muy diversas formas y grados. Esta máxima se muestra como especialmente cierta en la literatura contemporánea realista. Es imposible no protestar en un mundo como este en el que vivimos, un mundo en el que, pese a los grandes avances que se han producido, sigue faltando libertad, fraternidad (o sororidad) e igualdad; un mundo en el que aún existen importantes diferencias de género, en el que siguen muriendo mujeres asesinadas por sus parejas, en el que sigue existiendo desigualdad en lo profesional y en lo social por el simple hecho de tener un sexo distinto.
Buen ejemplo de esto que comento es la magnífica obra Silencios de mujer, de la autora Marta Perea Peinador, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo, una preciosa y vitalista conjunción de historias de mujeres que merece, y mucho, la pena leer.
Se trata de la historia de tres amigas de unos cuarenta años, bastante diferentes, pero con complicadas sendas vitales: Alicia, ilustradora, se crio con su abuela materna tras la muerte de sus padres, y gracias al trabajo de esta, asistente de una familia dinerada de Madrid, conoció a Valentina, otra de las protagonistas, con una infancia desdichada, sobre todo tras el suicidio de su madre. La abuela de Alicia, Vicenta, fue quien la crio desde entonces, de ahí que ambas fuesen como hermanas. La tercera es Laura, escritora de cuentos, amiga especialmente de Alicia, con la que suele trabajar en sus proyectos literarios, que vive una problemática situación en casa por una niña de acogida de cuatro años, Eva, que muestra conductas violentas y brotes de ira; pero mantiene una excelente relación con su marido.
La acción se desarrolla entre el 16 de octubre de 2019 y termina en las Navidades de 2020; es decir, casi toda la trama sucede en el contexto de la pandemia de la covid-19, lo que, lógicamente, condicionará la evolución de las tres historias paralelas y cruzadas.
Y hasta aquí puedo leer. Si quieren saber más, tendrán que hacerse con un ejemplar de esta extraordinaria novela, Silencios de mujer. No se arrepentirán.
Desde un punto de vista puramente literario, merece la pena comentar el extraordinario uso del lenguaje: cercano, moderno, preciso, descriptivo, riquísimo en detalles y matices; lenguaje con el que la autora crea una narrativa repleta de numerosos dardos de fina ironía y de sentimientos a flor de piel.
Por otro lado, Marta Perea Peinador muestra un tremendo talento a la hora de construir los personajes de la novela, especialmente las tres amigas protagonistas, Alicia, Laura y Valentina; pero también Vicenta, la abuela de la primera. Todas ellas, además de resultar creíbles y realistas, muestran un complejo y poliédrico mundo interior, consecuencia de sus distintas historias personales —también perfectamente construidas—, y desarrollan un sinfín de emociones, pensamientos y actitudes. Todo esto, además de ser el motor de las diversas tramas, permite que las lectoras —y los lectores— empaticen con sus diversas problemáticas, que, en definitiva, vienen a ser muchas de las problemáticas de las mujeres y del ser humano en general; y, sobre todo, que se emocionen con las diversas tribulaciones que construye la autora. Llorarán en ocasiones, pero también se divertirán y se sorprenderán.
Y reflexionarán, ya que sus geniales mujeres protagonistas sirven a Marta Perea Peinador para expresar un buen número de lecturas e ideas sobre el mundo femenino en la actualidad, lo que le permite exponer de forma más o menos explícita algunos desafíos e injusticias aún pendientes: desde la siempre difícil conciliación laboral hasta las distintas problemáticas relacionadas con la maternidad, en sus múltiples manifestaciones; desde el análisis de los distintos complejos y miedos hasta determinados aspectos que guardan relación con la moralidad.
Pero también tienen mucha importancia en Silencios de mujer los espacios, especialmente Madrid, donde viven Alicia, Vicenta y Valentina; y Alicante, donde vive Laura. La descripción detallada de estos lugares hace que sea más eficaz aún la atmosfera inmersiva y empática que el lector percibe desde el primer momento.
Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con esta brillante novela. Tienen vida propia. Tanto las diferentes tramas como las geniales protagonistas que por ella deambulan. Quieres saber más y en algunos casos hasta da rabia que no sea así, y te acuerdas de la autora y le reprochas, en silencio —o no—, que no se haya extendido un poco más…
Además, aunque no quiero hacer spoilers, este libro es un canto al acto de escribir. Escribir como método para concretar lo que sentimos y lo que pensamos. Meditar, cada uno a su manera, para comprender y aprehender lo que fluye por nuestra mente y lo que emana nuestro corazón.
En resumidas cuentas, Silencios de mujer es una obra absolutamente recomendable, llena de rincones y recovecos, dinámica, conmovedora, divertida, distinta, sincera, cercana, amable, directa, visceral, reflexiva y muy realista. Están tardando en leerla.