«Reconozco las obsesiones con el tiempo y la mortalidad. De ellas obtengo un goce estético indescriptible que está dando sentido al camino porque estoy ahí para observarme y observaros. Es por eso por lo que no puedo abandonar la literatura».
Este libro es una celebración metafórica del despertar del alma y el relato que se produce cuando se desciende a la oscuridad y se escribe desde allí, cuando parece que la vida carece de todo sentido: no era más que un momento de crisis de fe que al ascender de nuevo a la luz lo hace con un ímpetu inexplicable y se sabe eterno contra toda circunstancia; tras la angustia o el spleen, sucede la creación.
Asimismo, la autora nos presenta por primera vez a Madame Flâneur: un personaje hecho desde sí mismo que vagará sin rumbo por toda clase de metauniversos embriagada por la belleza y la sensibilidad del mundo. Es una promesa de reencuentro permanente con la verdad, cristalizar lo transitorio y exprimir un periodo de juventud que con diversas conclusiones llegará a su fin.