La pandemia no ha hecho más que certificar la enorme desigualdad existente entre ricos y pobres, y se confirma que cuando los políticos que dicen trabajar para los más débiles no lo hacen debidamente, la ultraderecha gana terreno.
Hay que acabar con los falsos estereotipos de izquierda, derecha o transversal. Pertenecer a cualquiera de ellos ya no significa nada. En 2022 y en adelante, no habrá en política más que dos tendencias reales, los que están con los pobres y trabajan por ellos o los que solo ayudan a los ricos. Los que quieren que haya más igualdad o los que no la desean. Y en esa encomiable tarea los que más tienen que decir son los jóvenes, que por ahora parecen estar desconcertados.
Además, lo que estamos viviendo con la COVID-19 es un claro aviso para navegantes, porque si el virus es un daño producido por la naturaleza, el cambio climático en ciernes es consecuencia de la codicia de los humanos y, como no se tomen de inmediato otros senderos, los daños producidos por la pandemia, seis millones de muertos hasta la fecha, van a parecer una broma.