Emilio Gómez, compañero de goles y anuncios en Cope, escribe
este magnífico libro que titula El fútbol tiene alma. En él viaja con el
sentimiento por esos caminos por los que el fútbol camina pocas veces.
Hacerlo como lo hace Emilio es rizar el rizo y meterse en camisas
de más de once varas, porque no se conforma con lo superficial. De
Juanito a Mitjatovic, mezclando diabluras, muerte y goles campeones.
Recuerdas a Cañizares y se te viene encima el dolor y la gloria. Aparece
Kempes junto a Maradona y es Argentina la que grita victoria.
Viene Figo a colocar el cochinillo en el verde culé. Y hasta Cardeñosa se pone juguetón con los recuerdos. Ramos vuelve a saltar sobre la lógica y mata rojiblancos con la testa. Por allá, por el Cádiz de los Carranzas perdidos, están los pies de Mágico González. Me duele volver a Riazor, a aquella noche, cuando los once metros dejaron sin garganta a una ciudad hermosa y a un país enamorado de los sueños pequeños. Es
una alegría regresar a Querétaro y ver al Buitre, el de la Quinta, cantarle a Dinamarca: «Yo sigo siendo el Rey». Me gusta pensar que José
Antonio Reyes será seleccionado por san Pedro para el gran partido
de las leyendas que se fueron antes de tiempo. Todos estos nombres
y muchos más aparecen y desaparecen, por arte de nostalgia, en cada
rincón de este desván de los sueños vividos en el que se convierte un
libro cuando las palabras son algo más, mucho más que eso. Y hasta
diciembre regresa a la Sevilla de las remontadas para que Poli Rincón,
Señor, Sarabia y Santillana demuestren que doce siempre será una
docena, aquí y en Malta.
Hay momentos en los que a uno se le enciende la pasión mientras
va de página en página descolgando calendarios. José Ramón de la
Morena emerge como gran capitán de las madrugadas, al frente de un
ejército imparable que se comió la radio de un bocado. Y uno recuerda
que los Largueros de aquellas noches eran mucho más que radio. Los
goles de Manolo Lama serán, ya para siempre, el sonido imprescindible
de las tardes de los mejores partidos de nuestras vidas. Los que nos
fuimos con Paco González en nombre de la amistad también estamos
prendidos de ese fútbol que no ha perdido el corazón, ni el cariño, ni el respeto. Y aquel 27 de agosto de 2010 rompe el silencio de una tarde
de verano, en el que cincuenta individuos maltratados inventaron
la vida en otro sitio en nombre de la radio. Se me van apagando los
sonidos, se me van diluyendo las palabras, ya no me queda libro para
tanto deseo.
Allá, a lo lejos, la palabra morena de Andrés Montes repite eso de que
la vida puede ser maravillosa y Emilio Gómez lo demuestra con hechos
y palabras:
PUES CLARO QUE EL FÚTBOL TIENE ALMA.
PRÓLOGO PEPE DOMINGO CASTAÑO
TIEMPO DE JUEGO, COPE.