Si me permiten la comparación, con los libros pasa como con el vino. Un lector entrenado y curtido en el campo de batalla de las letras detecta en pocas páginas cuando una obra brilla, al igual que sucede con un sumiller o un adiestrado catador de vinos cuando se enfrentan a un buen caldo. Pero también sucede algo curioso: muchos, como le pasa por ejemplo a quien escribe estas líneas, no tenemos un paladar educado ni sabemos detectar las sutilezas, pero, cuando probamos un buen vino, sabemos que lo es. No me pregunten por qué. Pues bien, lo mismo pasa con un buen libro. Se nota. Se siente. Se disfruta. Es una especie magia, una conexión extraña que emana de las páginas del libro y que une inexorablemente al lector, entrenado o no, con la historia que se está contando, que se está viviendo, que se está leyendo.
No exagero si digo que esto sucede con Las cien mil almas de Chiriko, la extraordinaria y perturbadora propuesta literaria del autor portorriqueño Roberto Bustillo, recientemente publicada por la Editorial Círculo Rojo. Por supuesto, es complicado explicar el motivo sin desvelar demasiado de la trama, pero intentaré hacer lo mejor posible.
La novela comienza con el reporte de un accidente de tráfico que ha tenido lugar en la provincia de Kuniya, de un país llamado Tikreyi, en una carretera en la que, al parecer, suceden muchos siniestros. El desenlace es muy trágico: cuatro fallecidos, todos, supuestamente, miembros de una misma familia.
A continuación entra en escena Chiriko, el protagonista. Se encuentra en un lugar extraño, un desierto arenoso, con un extraño cielo dividido en cuatro partes diferentes. De pronto aparecen cinco enigmáticas figuras espectrales y flotantes, lo que da pie a uno onírica e inquietante escena. Chiriko es torturado por aquellas entidades, que le consideran un asesino y que finalmente terminan proponiéndole que, para evitar la tortura eterna, tiene que dedicarse a ayudar a las almas extraviadas de los fallecidos a encontrar su camino y debe convertirse en salvador de la humanidad —nada más y nada menos—. Chiriko acepta y se convierte en un kilaguí, un guía; y de pronto aparece en un desierto, cerca de una aldea… donde asiste a su propio entierro.
A partir de este punto, la trama continúa con diversas historias de personas fallecidas a las que Chiriko debe ayudar a tomar conciencia de que lo están y a encontrar el camino de la luz y de la salvación. Por supuesto, no es mi intención desvelar nada más de la fascinante trama de Las cien mil almas de Chiriko; si quieren saber más, tendrán que hacerse con un ejemplar. Pero sí que les puedo decir es que la novela va cogiendo poco a poco unos derroteros alucinantes y que concluye de una manera espectacular… Ya me gustaría comentarles más sobre el extraordinario y trabajadísimo final, pero no puedo, como comprenderán.
Les puedo asegurar, queridos lectores, que las casi 250 páginas de este libro se les pasarán en un santiamén. Y eso, ojo, puede parecer fácil, pero es extremadamente difícil conseguirlo. Y más en estos tiempos en los que prima lo efímero, lo rápido, lo inmediato; tiempos en los que hasta los aficionados/adictos a las letras perdemos la paciencia si en las primeras cincuenta páginas de un libro no consigue engancharnos. Este libro lo consigue desde el primer momento, y lo hace gracias a la excelente pluma de Roberto Bustillo, que teje una complicada trama de situaciones que arrastran al lector a continuar leyendo; pero también porque demuestra una habilidad descomunal para construir poco a poco, con la paciencia de un cirujano literario, unos personajes tan ricos y poliédricos como la propia novela. Sin duda, es una de sus principales bazas: la construcción, dosificada pero efectiva y audaz de los seres que pululan por estas letras, especialmente de Chiriko, el omnipresente y atormentado protagonista.
Desde una perspectiva puramente formal, la novela destaca tanto por la minuciosa y detallista descripción de lugares y situaciones como por la peculiar estructura que el autor construye, en un acelerado in crescendo que nos conduce lenta pero inexorablemente al final —y qué final—, alternando historias paralelas y jugando con los espacios ficticios y los tiempos. Además, destacan las escenas oníricas y profundamente metafísicas y perturbadoras.
Además, aunque se trata de una novela de fantasía, tiene mucho de espiritual y de filosófico, y se pueden encontrar en ella varias interesantes y recurrentes ideas: desde la importancia de la redención hasta la inevitable realidad de que, a veces, la vida, Dios o lo que sea, nos pone en situaciones tan desconcertantes como inevitables, de las que tenemos que salir luchando y construyendo. Así, sin desvelar nada de la trama, la historia de Chiriko viene a ser la caída y el renacer, cual Ave Fénix, de una persona que debe tomar conciencia de las consecuencias de sus acciones.
En resumidas cuentas, una gran novela, adictiva, llena de suspense, inquietante y con un gran mensaje… que conocerán cuando lleguen a su extraordinario final. Total y absolutamente recomendable.