Esta novela no ha debido ser escrita, todo en ella es el caos. En sus páginas se percibe una mente perturbada. Solo alguien con imaginación endemoniada incurre en cocinar un brebaje con tan repulsivos sabores: pesadillas diabólicas, exorcismos, macumba, Fidel Castro, Stalin, la guerrilla, rosacruces, genocidios, amores satánicos, demonios con figura de mujer, —¡Qué insensatez!—, y en el centro de ese caldero del infierno, sobreviviendo con penuria, un infeliz que huye de sus demonios, evocando la ternura de una mujer que se extingue por el alzhéimer. ¿La historia es cierta dependiendo de quién la escriba? ¡Pero, por favor! Con chicas inteligentes, hermosas, de apetito sexual desmesurado, que se expresan como rufianes: «¡Hola, perra. Hola, ¡marica!». ¿Algo para rescatar? De pronto, sí: el deseo milenario del hombre porque el amor perdure en el tiempo. Y el sexo tántrico, el ideal que siempre busca toda mujer.