¿Qué le llevó a escribir esta fascinante y monumental novela, continuación además de otra obra suya anterior, Todos los días muere alguien, primera entrega de la saga El Libro Lacre?
En realidad, ya la tenía terminada, a falta de solo revisarla. El primer libro, Todos los días muere alguien, es el resultado de dividir en dos partes el manuscrito que tenía entonces, un poco abrumado por la extensión que resultó cuando me paré a estimar el número de páginas que llevaba escritas. En cuanto a por qué la saco al público, fundamentalmente es por dar continuidad a la historia, que para mí es lo fundamental. Así, los lectores de la primera entrega no quedan ignorantes respecto a cómo continúan los acontecimientos de Todos los días muere alguien. No me gustan las historias inacabadas.
¿Se puede leer Sin tierra ni patria sin haber leído la entrega anterior?
Estoy convencido de que sí. Los personajes evolucionan de manera independiente en cada libro y la trama, aunque enlazada, tiene suficiente recorrido para constituir una aventura por sí misma. He tratado, y es algo muy meditado y trabajado, que se vayan soltando pinceladas de la génesis de la historia en este segundo tomo, para que, al menos lo imprescindible del primer tomo, aparezca aquí recogido. Con esto busco solidez a la lectura conjunta y compleción a la lectura de un solo libro.
¿En qué se inspiró para construir este fascinante mundo? ¿Tiene algo de real?
Supongo que la gran cantidad de novelas de fantasía leídas desde mi infancia algo ha tenido que ver. Seguro que, analizado pormenorizadamente, tiene retazos de muchos otros libros, aunque sea algo involuntario. En todo caso, hay unos cuantos paisajes reales descritos en algún capítulo, con mi toque personal que siempre los modifica en algo. Eso hace que sean más maravillosos de lo que ya son en nuestro mundo. Por resumir, Homeria es totalmente nacida de mi cabeza, aunque haya alguna tierra que tiene parientes lejanos, nunca hermanos gemelos, en nuestro mundo.
¿Cómo recomendaría Sin tierra ni patria a sus potenciales lectores?
Ante todo, es una novela de aventuras, en un mundo extraordinario y diferente y, por eso, fantástico. Pero he tratado de dar mucha importancia al ritmo de la narración, para que sea entretenida, dinámica. En todos los capítulos sucede algo. Tengo que desterrar todo brote de aburrimiento en el lector. Asimismo, los personajes son complejos, evolucionan, son divertidos y, algo que creo muy interesante, ninguno es totalmente bueno ni totalmente malvado. Eso hace que el lector pueda posicionar sus preferencias del lado de cualquiera de ellos. Un aspecto que creo muy interesante es que los hechos transcurren en un mundo en el que las religiones fueron desterradas siglos atrás. Quien tenga curiosidad por ver cómo sería (cómo yo entiendo) esa sociedad, puede verlo aquí. Por no hablar del amor al detalle con que está escrito y descrito, la coherencia en todas sus partes, los toques científicos…
¿Se atrevería con otro género literario?
¡Ja, ja! Sinceramente, no creo que ese intento mereciese mucho la pena. Lo mío son las historias y, dentro de ellas, me encuentro cómodo sobre todo en la narrativa. Pero, por atreverme, que no sea. De hecho, en este libro, hay algo parecido a un soneto que, en un día de extraña lucidez, me salió y quise acabar de dar forma y mostrar al mundo aquí. Por algo uno de los personajes es un bardo: puede ponerse en su boca casi cualquier género literario.
¿Algún proyecto en ciernes? ¿Tiene previsto continuar la saga El Libro Lacre?
Desde luego. Además de mi afán por terminar una novela cuyo final lleva grabado en mi mente muchos años, en este aspecto me debo a mis lectores. Aunque solo fuese por ellos, debo poner negro sobre blanco, y luego sacar al mundo, lo que resta de este relato. Más adelante, ya veremos. Desde luego, en mi mente todavía quedan muchas historias por ver la luz.
¿Cuáles son sus principales influencias literarias, filosóficas y artísticas?
Soy un poco ecléctico en este aspecto. Sin duda, casi todo lo que he leído ha influido en mi obra. Y seguirá sucediendo. Fundamentalmente he leído novela, aquello a lo que me dedico, ya sea por pereza a la hora de explorar otros mundos o por fascinación por lo que ya conozco. El género fantástico ha ocupado (sigue ocupando, aunque menos) gran parte de mis lecturas. Autores como Tolkien, R.R. Martin o Louise Cooper, por nombrar alguno de los grandes, me han gustado al punto de influenciar notable aunque involuntariamente lo que escribo. De otros géneros, mucho más variados, recuerdo pensar mucho y dolerme de finalizar libros como La Regenta (que me pareció monumental, quizás la mejor novela en castellano que haya leído, salvando El Quijote), la serie de Colleen McCullough sobre la Roma republicana, Los miserables, casi cualquiera de Conan Doyle o Poe, o la maravillosa Ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza. De hecho, tengo que decir que toda la obra de Mendoza está grabada en piedra entre mis preferencias. Su increíble capacidad de combinar el humor con los temas más profundos que destripan nuestra sociedad es algo que admiro y, desde lejos, trato de emular. En mis escritos hay algo de humor y algún que otro pensamiento más trascendente. Si mezclas todas esas piezas con una profunda confianza en la ciencia y sus posibilidades (algo tendrá que ver mi formación de ingeniero, supongo), diría que algo parecido a un estoicismo del siglo XXI, con grandes dosis de desconfianza generalizada, es lo que define mi línea de pensamiento.
¿Ha recibido ya algún feedback de los primeros lectores?
Sí, claro. Tengo la suerte de tener lectores muy cercanos, muchos de los cuales me han hecho llegar sus opiniones. La mayoría de ellos me han transmitido buenas críticas, resumidas en muchas ganas de continuar leyendo la siguiente entrega. Unas pocas no son tan buenas, relativas a aspectos concretos que, como me debo a ellos, he tratado de mejorar en este segundo libro. Otros lectores, que no me tienen tan accesible, también me han dicho su parecer respecto al libro, bien en redes o en mi web. Todos los comentarios me reconfortan. Como mínimo, significan que alguien me ha leído y le ha impactado de alguna manera. En general escribo porque me gusta y me divierte pero, una vez que la historia ha salido al mundo, todo aquel en cuyas manos cae tiene derecho a opinar, y a que su opinión sea escuchada. En esa idea recibo los comentarios y, si bien casi todos son favorables, no rechazo los que no lo son. Intento aprender de todo. Al fin y al cabo, todavía estoy comenzando en este mundo y creo que me falta mucho camino por recorrer.
¿Quién es?
Eduardo Noriega Seijas es natural de San Vicente De la Barquera, en Cantabria, de las tierras del Órbigo y del resto del mundo que ha soportado su presencia. Las letras estuvieron en él desde casi siempre, aunque la cabezonería condujo sus desvaríos hacia las ciencias.
Así, terminó cursando Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, nombre tan largo como de noble memoria. Esa ha sido su profesión desde que acabaron los dichosos y laboriosos días del estudio y comenzaron los más laboriosos y no tan dichosos días del trabajo.
Como somos casi todos, Eduardo es un compendio de desvelos y aficiones. Entre las suyas declarables: la comida, el café, ver mundo, el baloncesto, la cerveza, el rock o el Conocimiento. Y, desde hace un tiempo, publicar lo que escribe en sus ratos libres. Sin olvidar sus primeros y premiados relatos o sus extemporáneas colaboraciones en prensa, en estos días centra su creatividad en la narrativa fantástica.
Esta es la segunda entrega de la serie El Libro Lacre, la primera de sus obras que alcanza la forma de libro, tras Todos los días muere alguien. Ni él mismo sabe todavía cuándo o cómo concluirá, porque, entre otras cosas, la vida en Homeria no permite dar nada por seguro.
La suya tampoco.