Segunda parte de la trilogía de La piel muda. A través de Dermis, los versos se ahondan, penetran hacia la consciencia, reflexionando sobre múltiples temas esenciales como el paso del tiempo, el poder de la imaginación, el arte, la relatividad o la propia escritura. Las emociones se diseccionan, los sentimientos se traducen con lenguaje sencillo y emerge la parte más introspectiva de lo cotidiano y existencial. Si en Epidermis las sensaciones afloraban en un juego conceptual, sin pretensiones, con imágenes imposibles, Dermis es una clara declaración artística por lo sustancial y lo preciso, por la reflexión, la obsesión por ser exacto en la expresión, por lo sensorialmente profundo, por una estética basada en la belleza de la propia forma reflejada nuevamente con inteligencia en la parte más imaginativa y ecléctica. El autor profesa su tremendo respeto hacia el lector y le entrega con humildad y sencillez todos los poemas que formarán ya parte del fluir propio en su manera de sentir, más allá de los estereotipos o las convenciones.