Comienzo narrando un cuento para niños y acabo con una mujer extraordinaria tocando un arpa soñadora en un marco aljarafeño incomparable.
Canto a los poetas de mi tierra que siempre fueron la fuente de mi inspiración y el espejo en donde me miré.
Soy becqueriano, machadiano, lorquiano y seguidor impenitente de Juan Ramón Jiménez.
Cómo me gustan las estaciones que constantemente pasan unas tras otras.
Las flores que enamoran y siempre mueren con un resto de perfume.
Y los días llenos de colores, ilusiones y ternura. Las noches de amor inacabables perfumadas de rosas y jazmines.
O la música que despierta sentimientos y eleva integridades.
La vida, aunque plagada de injusticias, es la mayor belleza que conozco.
Qué alegría sorprenderme todavía ante las cosas más sencillas.
Creo en el amor como el espíritu que mueve el mundo de manera racional; sin él, la vida carecería de sentido.
Me gusta el mar, caminar por la orilla de la playa y mojarme los pies donde las olas se diluyen en espuma, irisadas por el día en contraluz majestuoso, inexplicablemente bello.
Disfruto el cielo en otoño con su resplandor nocturno y su enamoradiza luna; me apasiona el sol cuando nace poderoso, entre las nubes, anunciando el nuevo día.
Me encantan las pequeñas cosas cotidianas cuando se hacen con amor.
Siento celo de las gotas de lluvia que chorrean por tu pelo, recorren tus mejillas, mojan tus labios y besan tu boca sin parar con arrebato, las muy pícaras…
¡Cómo emborracha tu perfume de mujer madura, tarde de otoño!
Me apasionan los romances y las narraciones infantiles: da alegría cuando oyes a un niño pidiendo que le lean un cuento.