Esta es una historia de niñas de la tercera generación, de origen humilde, de familias impresentables de rojos y pobres, que reciben el auxilio franquista de reeducación, de eliminación de cualquier «gen» o ectoplasma que transfieren los perdedores a sus hijos.
Es un ejercicio de memoria, de memoria histórica, de lo que nos pasó a aquella generación de niños, hijos y nietos de indeseables marcados por sus apellidos.
Es una historia de niñas —yo era una niña— muertas y supervivientes. Las segundas, entre las que me encuentro, arrastramos toda la vida un estigma incomprensible, pero hemos llegado a la última etapa. Otras niñas, entre ellas mi querida amiga Asunción Ruiz-Sañudo Trueba, natural de Ontaneda, Cantabria, no llegaron a los catorce años y murieron solas, sin padre ni madre, sin una mano amiga, víctimas del hambre, el frío y los malos tratos, siempre recomendables en el programa franquista de reeducación.
Lo he escrito con un enorme dolor, pero también con la alegría de recordarlo. Y es como un aviso a navegantes. Para que quien quiera o soporte leerlo sepa de lo que son capaces.