—Te quiero —le susurro mirando sus oscuros ojos a tan temprana mañana, viendo resplandecer los primeros rayos del sol en el río.
—Yo a ti también. —Dyr me abraza con fuerza, como si mi presencia fuera realmente especial.
Son las 6:15 a. m. del 23 de agosto de 2015 en un lugar para soñar… ¡Y es que estamos en la selva de un hermoso y biodiverso país llamado Ecuador!
—Dyr, ha llegado el momento. Estoy triste. Se va a cumplir lo que te dije el otro día: el último amanecer, y pronto te irás de acá —le digo en voz baja mirando su hermosa cara—. Y tus lindos ojos hacen que me sienta como un tonto enamorado…
De pronto, y sin previo aviso, con su mirada de saber exactamente lo que quiere hacer, se acerca hacia mí, me mira con insinuación y, al segundo, me da un fuerte abrazo que me deja casi sin respiración y sin poder reaccionar…
Momentos después, recibo su anhelado y agradable beso en mis labios, que me dejan alegre por unas horas, pero a la vista de este emotivo instante, nos sumamos en nuestros recientes recuerdos antes de despedirnos, ¿para siempre? Quién sabe.
Dyr y el último amanecer narra la historia de Iván, un chico de Barcelona con alma aventurera, que se adentrará en lo que ya fue, años atrás, un sueño cumplido: ver la gran selva del Amazonas. Vuelve a participar como voluntario en un proyecto de fauna salvaje, allá por Ecuador. Ya se enamoró —y se volverá a enamorar— de todos los animales; pero lo que él no sabe es que su destino jugará en su contra; o a favor… Solo quería estar con ellos, pero la llegada de una nueva voluntaria, joven y atractiva, de rasgos casi indígenas y de Colombia, le hará ver que en el amor hay que luchar hasta traspasar la frontera por verla una vez más.
Y es que en el amor hay que jugársela hasta en la última carta, incluso habiendo celos de por medio.
Una novela que te hará sentir y, si alguna vez te ha sucedido algo parecido: un viaje y/o un amor que llegó y se marchó, entonces, te hará recordar…
o quizás llorar.