¿Puede escapar el ser humano de su propio fanatismo? El mozo Nete lo intentó. Su juventud acaeció en los lúgubres años treinta del siglo pasado. Su solitaria infancia, debido a las supersticiones ajenas y la falta de padres conocidos, hizo que se diera a la fantasía.
El día que preguntó por sus padres, Lola le dijo que los imaginase, e imaginó sobremanera a su madre. Y fue mediante la imaginación como descubrió la fantasía y la riqueza de las leyendas cántabras. Tanto imaginó que su mente llegó al lugar donde «susurran los sueños». Conoció a la moza Jana y a otros que, como él, a la fantasía se dieron. Mediante los susurros de sus propios sueños, descubrió el infierno real y sus satanes. Se enfrentó al «Fano» que todos llevamos dentro de la mente y a la ego-latría racial que fecunda cadáveres. Entonces, entendió que el destino del mundo depende de la forma en la que se usa la imaginación que brota del cerebro; mitad fantasía, mitad fanatismo.