Eros es un poemario que busca representar al amor de la forma más real posible. Un amor que no tiene una sola cara, sino que es fugaz y eterno, es alegre y es triste, es una inmensurable cantidad de polos opuestos que se consolidan en una sola palabra, amor. Intenta así mostrar un viaje de emociones en el que todos se pueden sentir representados, pues el amor es una de las emociones principales con las que vivimos constantemente día a día. Desde el momento en que nacemos somos amados, o nos ha faltado amor, hasta el momento en que morimos y ya no podemos amar ni ser amados.
Eros se divide en tres partes: en la primera, se ve cómo el amor desmesurado ha llegado al punto del autosufrimiento, un punto en el que cuando se ama, duele; cuando se es amado, duele; y cuando no, también duele. El amor representado como dolor, como ausencia, como culpa, como odio. Por ello el mirlo, el pájaro que canta en el amanecer, representa la esperanza. En la segunda parte, se ve cómo el amor ha sido salvado en contra de toda voluntad, aun queriendo perecer y no volver a amar, el amor encuentra su camino y, entonces, nace un amor intenso, pero también inmaduro y temeroso, y, por tanto, celoso, posesivo, egoísta, que conlleva a nuevas decepciones. Todo representado en palabras no dichas, en mensajes no enviados. En la tercera parte, se representa el sufrimiento del amor, esa cara que parece no existir o que si existe la escondemos a toda costa, esa cara del amor que parece hundirte tan profundo que no puedes volver a la superficie, no puedes volver a volar, no puedes volver a amar. Por ello, vive en la privacidad de la noche, en la oscuridad de la madrugada, pero que eventualmente dará pie al amanecer. Por ello, contra todo pronóstico, el amor encuentra su camino para volver a volar, como el mirlo que canta al despertar.
Eros es la aceptación de que el amor es tanto propio como ajeno, lo es todo, el conjunto de lo bueno y lo malo, la aceptación de que en el punto más alto se puede caer y de que en el punto más oscuro se puede brillar.