San Sebastián, 1947.
Hijo de un gaseosero y artista novel frustrado, sintió desde su más tierna edad la llamada del dibujo, donde su padre orientó sus primeros pasos. Esa misma afición lo llevó a consumir con glotonería historietas gráficas que, en cuanto ello le fue posible (la oferta comercial en los años cincuentas y primeros sesentas era la que era), seleccionaba en función de la calidad de sus dibujos. Sus preferencias fueron, en este orden, hacia Boixcar (Hazañas Bélicas), Alex Raymond (Rip Kirby) y, sobre todo, Harold Foster (Príncipe Valiente), probablemente el mejor dibujado de todos y que sumió al joven grafista en un fantástico mundo de ensueños medievalistas y caballerescos.
La misma afición lo llevó de la mano hacia la arquitectura, donde en 1962 —y aún con pantalón corto— comenzó como delineante amateur en el despacho de José Ramón Marticorena. Ya más tarde sería enseñante de Expresión Gráfica en las Escuelas de Barcelona (cursos 1969-1970) y de San Sebastián (desde 1983 hasta 2012).
El amor a la arquitectura histórica le hizo dedicar su labor profesional a la restauración, en especial de edificios religiosos. Sus afanes teóricos lo han llevado, en cambio, hacia el estudio de la arquitectura renacentista en madera de su entorno, colaborando con el especialista Alberto Santana en la exposición Ars Lignea, promovida por las tres Diputaciones Forales de la Comunidad Autónoma Vasca. En particular, ha investigado los templos isabelinos del siglo XVI en la Alcaldía Mayor de Arería, y su evolución en etapas estilísticas posteriores, a los que ha dedicado su tesis doctoral.
La afición a lo medieval nacida al amparo del gran Harold Foster lo ha empujado a ser visitante emocionado de iglesias y monasterios, con especial dedicación por los cenobios cistercienses. En estos merodeos han menudeado las visitas a templos y piezas de arquitectura levantados a la vera del Camino de Santiago, motivo por el que ha recorrido la mayoría de sus diversos tramos en diversas ocasiones.
Nunca ha sido peregrino en el Camino.