El primer volumen, Dos a Dúo, se cerraba el hueco, justo en el momento en que Rafael Molina anunciaba la boda de este con Andrea.
En ese mismo instante, Julio Torres también anunciaba su intención de renunciar a su brillante carrera de economista para hacerse sacerdote.
Desbordante de entusiasmo y plenamente familiarizado con sus personajes, el autor ha optado por proseguir su historia. Han pasado los años, el mundo ha seguido su curso, la vida ha continuado.
Nuevos personajes aparecen en escena, en tanto que otros desaparecen: ley de vida.
No se puede llegar tan lejos si no es con una voluntad, un tesón, una disciplina y una vida interior muy fuera de lo común.
Dos a Dúo habla de la vida, de los seres humanos, de su lenta evolución; no estamos ante simples marionetas ni ante individuos predeterminados, sino ante criaturas hechas a imagen de su creador, hombre desbordante de experiencia; de ahí ese soplo vital y esa complejidad psicológica que esta segunda novela de la trilogía las caracteriza.