CÍRCULO ROJO.- J. L. S. Aguirre se ha inspirado en las notas manuscritas de su vivencia con una amiga de juventud y “padecimiento” de su propia madre para crear ‘La reconstrucción de Raquel’, una obra intimista y emocional que muestra de manera transparente la lucha que viven las mujeres cada día.
“Me dirijo a todas aquellas personas que no quieren mirar hacia otro lado cuando sean testigos de desigualdades e injusticas. Además la obra está dedicada a las mujeres que son como el ave fénix, que resurgen una y otra vez, de sus propias cenizas”, confiesa el propio Aguirre.
Publicada en Círculo Rojo Grupo Editorial, el lector va a encontrar, según las palabras del propio autor, “a mujeres que luchan cada día por sobrevivir, por mantenerse a flote, por encontrar un lugar donde se las trate como personas, sin desigualdades ni injusticias”.
SINOPSIS
Hace ya tiempo, cuando yo comenzaba a asimilar mis primeras experiencias, y en un ambiente similar al mío, aparecía en mi escena una chiquita que, más tarde, agobiada por ese ambiente que creía no suyo, pretendiera volar sin apenas saber andar.
Aquel ambiente rural, donde no había sitio para las inquietudes ni los sueños, donde el camino a seguir estaba trazado de antemano, donde unos padres «normales», como todos, planeaban, planificaban el futuro de un hijo, o de una hija.
Aquel ambiente, decía, iba a mantener, a sacar adelante, una extraña, ajena y rebelde, una chica que no aceptaría todo aquello que le tenían reservado.
Esta novela está dedicada a todas las «Raquel» que han existido y que siguen existiendo, a todas aquellas chicas que se han visto en la necesidad de recomponerse, de reconstruirse de forma constante a lo largo de su vida, con mi deseo vehemente de esperanza y mi recuerdo entrañable y amargo para todas ellas.
AUTOR
Me fijé en ella por primera vez cuando, con sus calentadores rojos, paseaba jovialmente sus diecisiete primaveras.
Había nacido un 12 de abril, años atrás, mientras mi imaginación, y la de gran parte de España, estaba adormecida.
El 20 de enero de este mismo año, 1984, escribí para ella un poema que transcribo al final de esta novela, y cuyos dos primeros versos son los siguientes:
No te amargues la vida, mujer:
En el mundo hay hombres buenos,
honrados, dulces y tiernos.
Uno, al menos, pronuncia tu nombre: Raquel.
Sigue adelante, con firmeza.
Pero ten la delicadeza,
de no huir deprisa,
de quien en su mano trae una sonrisa.