Una ola de frío asola la península ibérica en enero de 1885. Tanto es así que en Sevilla se alcanzan temperaturas bajo cero. Rosa y Juan vuelven a su sala en su corral de vecinos de la calle Pureza. Acaban de tener un duro día de trabajo en el palacio de San Telmo, sede de los duques de Montpensier.
Llevan ya unos años en la gran ciudad, desde que, pioneros ellos, dejaron su Cenascuras natal, una pedanía del pueblo granadino de Gor, repleta de casas cueva.
Por unos instantes, el frío que hace les trae recuerdos precisamente de su lugar de origen. No se les ocurre otra cosa que tratar de entrar en calor.
Y de ese frío, nueve meses más tarde nace Manuel, un chiquillo inquieto, con don de gentes y con el sueño de convertirse en torero. Era una España en la que los ídolos no jugaban al balompié, sino que vestían trajes de luces, aunque se empezaba a escuchar algo de ese deporte inglés.
Ese sueño de aquel muchacho le daría muchos problemas a sus padres…
Por su parte, en Úbeda, una familia bien posicionada, con un carpintero reconocido como pater familias y con una costurera con su propia máquina de coser, se ve impactada de lleno por un horrible suceso.
Campo y ciudad, casas cueva y corrales de vecinos, Feria y Semana Santa, emigración y vuelta a los orígenes, todo se entremezcla hasta terminar de nuevo en Sevilla capital. La Sevilla decadente del último tiempo de los Montpensier, que tanto habían hecho por ella, parece querer volver a despertar con una exposición que se abra a las antiguas colonias americanas…
No obstante, los nubarrones se ciernen sobre España y eclosionan en una terrible guerra civil donde se olvida el civismo más básico.
Y dentro de esa terrible situación hay espacio para la vida. Y tan atrevida es esa vida que unos locos pueblerinos se atreven a llamarla Rosa, la flor más bonita que existe.