Conversar con uno de mis antiguos compañeros de estudios sobre el marxismo-comunismo y confrontarlo con la realidad actual, puede parecer un intento fuera de lugar al poner sobre la mesa lo que algunos consideran una ideología algo trasnochada.
En la actualidad, hay algunas naciones sumergidas en la ideología comunista con sus diversas variantes, y si nos adentramos en el plano personal —a más del colectivo—, observamos que existe un indeterminado número de ciudadanos, que, al margen de que no militen en grupos o partidos comunistas, mantienen en mayor o menor grado esquemas mentales identificados con esta ideología.
Tales categorías mentales se manifiestan en sus enfoques y opiniones sobre cuestiones sociales y morales de todo tipo.
La influencia del comunismo de los dos últimos siglos ha descendido notablemente, pero ello no significa que haya dejado de ser una referencia importante para dilucidar toda una serie de acontecimientos que se están produciendo y se producirán en el S. XXI.
Después de la caída del muro, el comunismo ha sabido revolverse consigo mismo para reencontrarse a modo de inventario sobre una serie de cuestiones «postmodernas» sumergidas en un confuso cóctel que provoca constantes polémicas, y que en sus orígenes pasaban más desapercibidas, como son su defensa de un feminismo radical, la prioridad de lo público respecto de lo privado, la actividad sindical a remolque de la ideología, el ecologismo, el animalismo, el veganismo, el neocolonialismo, la ideología de género, etc., además de una serie de cuestiones de índole moral fraguadas por un corrosivo relativismo, como son
los casos de su defensa del aborto, el divorcio, la eutanasia, la deslegitimación de la familia natural, la comprensión de determinados movimientos terroristas, etc., y por supuesto, su rechazo y desprecio de la religión, especialmente en lo que concierne a la religión católica.
Estas consideraciones puestas al día han conferido a la ideología comunista el continuar manteniendo su presencia en el debate político y social, en los medios de comunicación sobre cuestiones económicas, laborales, pedagógicas, científicas, etc.
Es indudable la habilidad del comunismo, para utilizar los espejos giratorios de su ideología, sabiendo revestirse con los disfraces que demandan los pluriformes significados de la democracia occidental y su adaptación en las circunstancias tan velozmente cambiantes de la sociedad actual, con el intento de que su ideología continúe deslumbrando con sus postulados.