A finales del siglo XV, la corona de Castilla autorizó levantar en la costa africana, frente a las islas Canarias —junto a una ensenada de nombre Mar Pequeña—, una torre fortificada para seguridad de pescadores canarios y mercaderes peninsulares.
Constituye el primer asentamiento hispano sobre territorio saharaui que cambió el escenario vital de sus habitantes, y forjó el sentimiento de unidad entre las distintas tribus del Sáhara Occidental.
Un último testigo de la presencia española en ese inhóspito desierto rememora distintos relatos de sus ancestros. Historias entrelazadas, amores perdidos, aventuras, luchas y sorpresivos reencuentros mantienen en suspense al lector hasta el final de la novela.
Como colofón, desde los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, unos cooperantes españoles se comprometerán a cumplir con una emotiva misión.