«La historia de una vida sacudida sólo se puede contar en partes y fragmentos». Rilke.
TEMPEST es una novela basada en hechos reales. Pero no es solo una recopilación de textos, sino más bien un juego de voces. Y si en algún momento parece que entre los capítulos no hay una relación sensata y firme es porque, en esta clase de historias, las relaciones se van estableciendo gradualmente. Adorno y Edward Said gustaban también de escribir en un estilo fragmentado, y yo diría que son precisamente estos fragmentos los que te ayudan a escapar de los límites de los géneros literarios o, por lo mismo, de las fronteras (reales o supuestas) que de alguna manera pretenden cuadricular estos géneros. No estoy diciendo, por supuesto, que no sean necesarios los grandes tratados ensayísticos o las grandes novelas de estilo decimonónico, solo digo que, por las rendijas de esos grandes escritos, a menudo se escapan otros mundos.
Como el de la inmensa Patagonia, el límite más austral de la tierra habitada, donde los Yaganes se detuvieron porque no había más nada a donde ir. Son tres las mujeres que cuentan la historia del exterminio de estas gentes a manos de los colonos blancos, que robaron inmisericordes la tierra de los nativos porque la necesitaban para sus rebaños. Fue hace nada. Casi antes de ayer. Nunca nos hablaron de ello.