Las recetas del libro que disfruta entre sus manos fueron escritas hace casi noventa años, pero ven la luz por primera vez en este formato para su deleite personal, constituyendo en sí mismo un homenaje a todas las mujeres que participaron directa o indirectamente en su creación. Más que recetas, son un tributo al trabajo duro, la paciencia y, por qué no, a la complicidad de quienes expresaban ilusiones y sentimientos, contaban historias, por supuesto, saciaban «su» hambre y retrataban sabores a través de la comida.
Son recetas escritas en una Canarias de principios del siglo XX. Sorprende la diversidad de productos traídos de fuera, en los barcos venidos de Inglaterra o de América. Otras nacieron del uso de ingredientes de la propia tierra en función de lo que se podía conseguir; recetas copiadas, reformadas, fáciles, prácticas, mágicas; y como su título indica, están literalmente de muerte, pero a la vez invitan a la vida, al experimento y la creación.
Son recetas sin fronteras. Tan pronto se saborea un enyesque canario como una humeante sopa de pan a la francesa, una trucha a la española o unos rollitos mejicanos sin ni siquiera levantar la vista de este imaginario mapa culinario. Es, en definitiva, comida de unión, de reconciliación, de agasajo, de generosidad, de celebrar al que viene y recordar al que se fue. Cualquier excusa es buena para compartir.
Buen provecho