¿Sabías que… alrededor de un 25% de los casos de TCA se muestran resistentes al tratamiento y se encaminan hacia la cronicidad?
Una realidad de la que poco se habla. Solo se muestra al mundo la parte buena, los casos salvados, los casos de superación. Pero es una realidad que no todas las personas con un TCA consiguen salir de él. Aunque la cronicidad es una etiqueta de quita y pon, siempre hay opción al cambio, y no se puede eludir que esta existe.
Y la falta de visibilidad de los casos crónicos, junto a la gran difusión de los casos de recuperación, de superación, hace que la presión hacia un tratamiento perfecto sea mayor para las personas que luchamos, que nos sentimos obligadas a salir porque es lo que se espera de nosotras. Y eso nos lleva a uno de los orígenes más comunes de todo TCA: la percepción de lo que se espera de ti. Las altas expectativas que percibimos que se depositan en nosotras, algo que se convierte en pura autoexigencia. Así, cuando vemos que no somos capaces, que no llegamos, nos castigamos un poquito más, nos sentimos insuficientes, un fracaso, una decepción.
Y es precisamente esto lo que plasma Alma herida. Una historia en la que muestro los orígenes de todo y cuento mi lucha diaria, mis tormentas. Expongo mi vulnerabilidad y mi mundo interno, esos miedos que me paralizan y que, a día de hoy, me hacen formar parte de ese pequeño porcentaje de pacientes resistentes al tratamiento. Aunque no por ello me rindo en esta lucha. No es una historia de superación, pero tampoco de fracaso. Es una historia de lucha y es un lugar de comprensión para todas aquellas personas que no la encuentran, que están luchando o pensando en hacerlo. Entre sus líneas también intento explicar al mundo el sufrimiento que conlleva este trastorno, que realmente poco tiene que ver con la comida en sí, sino con una falta de gestión de tu mundo emocional, con un sentimiento de insuficiencia, con una falta de identidad propia (que muchas veces y, paradójicamente, te da la enfermedad.) Acompañar a familiares de pacientes que, perdidos y desesperados, no entienden lo que pasa por la cabeza de su hij@, niet@, sobrin@…