Quien escribe sobre una película, aunque acabe de verla, se basa en un recuerdo, en lo que de ella rememora, en el rastro o la huella que dejó en uno. La mira no como algo presente, que está desfilando en la pantalla, sino como algo ya ocurrido, pasado, fugitivo en su propio movimiento, tal vez distorsionado o difuminado por nuestra percepción y de lo que de ella hace la caprichosa y contradictoria memoria, selectiva y autónoma. Por ello, por mucho tiempo que transcurra, siempre hay películas, diálogos y momentos que mantenemos en el recuerdo. Y si ya hemos sido capaces de llegar hasta aquí, en un derroche de nostalgia y romanticismo, estamos preparados para ir al Café de Rick, donde Sam nos cantará, de nuevo, «El tiempo pasará…»
La idea del libro surge a partir de algunas recomendaciones que me sugieren los mismos lectores y amigos que comparten conmigo en las páginas de colaboración que mantengo y algunas bagatelas, impresiones e inquietudes sobre lo que «pasa y lo que ocurre» en los grupos a los que pertenezco, sobre todo de cine; y, a partir de ahí, hasta donde nos encontramos, intentando dar forma y justificación a este libro que habla, principalmente de cine y de la manera de ver cine. Me refiero, simplemente, a pensar. Y en ese sentido, se ha incorporado, digámoslo así, una manera diferente de escribir sobre este arte, incorporando, sin intención de ocultarlo, lo que podríamos llamar miniensayos cine-literarios; algo que, aunque suene pretencioso, no deja de ser sincero y oportuno para ampliar una nueva forma de ver, apreciar y analizar este arte que es el cine en sus distintas formas culturales.