El 15 de julio de 1954, en pleno régimen franquista, se modificó una ley promulgada por la Segunda República el 4 de agosto de 1933: La Ley de vagos y maleantes, conocida popularmente como “la Gandula”, para incluir como figura delictiva la homosexualidad. Esta orientación sexual, desde entonces, se incluiría dentro de los márgenes de una disposición legal articulada para sancionar comportamientos, que, sin ser delictivos, eran inconvenientes o mal vistos socialmente.
Aquellas personas que reconocían, o a los que se les reconocía esta orientación sexual, y que carecían de influencias o ayuda legal, eran señalados como delincuentes y confinados para su rehabilitación en uno de los casi trescientos campos de trabajo repartidos en España por las autoridades.
En las islas Canarias eran internados en Fuerteventura, en la llamada Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía.
Tefía es un documento teatral, basado en hechos reales, que contextualiza una práctica legal ya inexistente y visibiliza la experiencia de quienes, con su sufrimiento, y sin pretenderlo, establecieron bases morales sobre las que se apoya nuestra sociedad y que ahora, tiempo después, han sido capaces de mirar a su doloroso pasado sin rencor.
Previa a la necesidad del recuerdo, está la obligación del conocimiento. Demos a todas estas víctimas sociales el espacio en la historia que se han ganado. Conozcamos sus nombres completos. Reconozcámonos en ellos. Tal y como decía el propio Octavio García, el protagonista de la historia: “Quiero contar todo esto para que se sepa, que la juventud, la de hoy, la que va saliendo, que se sepa lo que fue la homosexualidad, cómo la reprimían. Bueno, cómo pretendían reprimirla…”.