La fantasía épica, por mucho que algunos críticos trasnochados, está más viva que nunca, pese a la proliferación de propuestas de los últimos años y pese a que aún pervive una cierta condena hacia el género vertida por los snobs de determinados círculos literarios que, más por vagancia que por criterio, la consideran literatura de segunda. Cada vez son menos, afortunadamente, en parte porque en las últimas décadas se han publicado un montón de obras que han contribuido a engrandecer estas temáticas.
Sin duda, a esta importante masa crítica de novelas de fantasía épica hay que sumarle la extraordinaria, monumental y compleja novela Despertar, la primera entrega de la saga Sinfonía de sombras, orquestada por el autor C. Roto y publicada por la editorial Círculo Rojo.
La historia está ambientada en Deythea, la Tierra de las Cuatro Lunas —llamada así porque, en efecto, cuenta con cuatro lunas—, compuesta por varios continentes (Oryn, Ahiza, Medea y Grelos) y subdividida en varios reinos. En ellos viven multitud de seres: humanos de diverso tipo (los Hijos de los Árboles, magos; los Elementales), que habitan en varios continentes; ángeles, que viven en un archipiélago flotante conocido como el Reino de los Cielos y que se dividen en varias jerarquías (arcángeles, tronos, querubines, serafines) y dinastías. Estos están enfrentados a sus enemigos tradicionales, los demonios del Infierno, creados, como los ángeles, por los dioses (muertos desde hace tiempo).
Además, en aquellas tierras existen algunas leyendas que hablan de un extraño poder maligno que, precisamente, parece estar creciendo (la Sombra), y de otros seres legendarios al que todos temen. Por otro lado, también se habla de una mítica profecía que vaticina la llegada de un libertador que conducirá a un fin del mundo y, quizás, a un renacer.
La novela está estructurada en torno a varias tramas, cada una de ellas protagonizada por personajes distintos, que se acaban entrecruzando.
Por un lado tenemos a Khalia, la Princesa Eterna, una ángel de la dinastías Merëass que vive en el Palacio de las Agujas, en la isla principal del Reino de los Cielos, Alef. Khalia estaba a punto de enfrentarse al Rito de Madurez, que le convertirá en mujer, a la vez que le llevará a perder sus poderes, paso previo para su matrimonio con el querubín Vyrean de Aesoi, el regente de la isla.
Por otro, Ëlio, un joven mago de trece años, un joven Hijo de los Árboles, que vive junto a su familia en el decadente virreino de Narhuil y que, con mucho dolor, «alumbra» un hueso, una varita, que brota desgarrando la carne y la piel de su brazo derecho. Pero los magos, en aquella época, debían mantener su identidad en secreto… Solo podían revelarla ante los miembro de El Círculo.
Y luego está Aiyana, una elemental, procedente de otra tierra, que está a punto de ser violada por cinco maleantes, pero consigue salvarse gracias a una bestia que aparece de pronto… una loba a la que termina uniéndose…
Y hasta aquí puedo leer. Estos personajes, y otros tantos más que van apareciendo conforme avanzan las diversas tramas, se verán envueltos en una serie de aventuras, repletas de tribulaciones, que, como ya adelanté, continuarán en los siguientes libros de la saga Sinfonía de sombras.
En primer lugar, hay que destacar que, pese a que se trata de una historia de fantasía con numerosos elementos sobrenaturales (según nuestros cánones, claro está), se caracteriza por un tono marcadamente realista. Sus personajes, siempre con matices, lo son. Son creíbles, complejos, poliédricos, nada maniqueos, y están dotados de un rico y diferenciado mundo interior, gracias al trabajo del autor, que, sin duda, le da mucha importancia a la construcción de los seres que habitan su obra. En la fantasía para adultos, un servidor espera encontrar personajes de carne y hueso —y alas, a veces—, que sufren, que sangran, que sufren, que aman y traicionan. Algo parecido a una novela histórica, pero con tintes fantásticos. Y Despertar cumple a la perfección esta premisa. Además, conocemos sus distintos modos de vida, su forma de comportarse, sus hábitos alimenticios, sus tradiciones y festividades, las sustancias estupefacientes que emplean, sus modos de ocio y sus rituales, así como sus creencias metafísicas.
También son creíbles y realistas sus mundos —repito, dentro de que es una fantasía con elementos sobrenaturales—, que además están perfectamente descritos. En este aspecto brilla de forma especial C. Roto, consiguiendo así que el lector se vea arrastrado a la experiencia inmersiva que desde la primera página produce Despertar. A esto ayuda, como es lógico, la estructura en varias tramas que van paralelas, lo que permite crear la siempre necesaria dosis de suspense, acicate para que el lector devore las páginas del libro —y son muchas—.
Además, no es un universo estático o intemporal, sino que cuenta con una rica historia, que el autor nos ofrece a retazos, lo suficiente para que entendamos cómo aquellos hechos del pasado influyen en el presente que se narra. El lector, de este modo, puede ir reconstruyendo poco a poco, como si de un monumental puzle se tratase, el vasto y complejo pasado de aquellas tierras. Es más, el autor, todo un dechado de imaginación y capacidad creativa, nos muestra incluso la peculiar y compleja cosmogonía que dio origen a Deythea y los seres que en ella viven.
En resumidas cuentas, se trata de una extraordinaria novela que, pese a su tamaño, se lee con rapidez, gracias, sobre todo, a esa experiencia inmersiva y empática que construye el autor desde el primer momento. Sí, a veces es densa, pero esto es algo casi obligado en este género. Además, ayudan los apéndices, a los que el lector puede recurrir en caso de que en algún momento se siente perdido.
Si les gusta este género, no pueden perderse Despertar por nada del mundo. Habrá que estar atentos para ver cómo continúa la saga.
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